Barcelona: Ada Colau contra la igualdad

Este verano de 2022 se ha iniciado una transformación que, de consumarse, producirá un trauma histórico, un daño irreparable a la ciudad de Barcelona: la destrucción del Pla Cerdàde l’Eixample.

Desde principios del siglo XX, la naturaleza de la capital de Catalunya, y segunda ciudad de España, está indefectiblemente unida a aquella estructura, que es además modelo para otros ensanches en Catalunya, España y otros lugares del mundo.

¿Por qué forma parte de manera tan inextricable de la ciudad? ¿Por qué es esencia y signo de una determinada forma de entenderla y de entender el urbanismo? Más todavía, ¿por qué ha funcionado tan bien desde hace más de un siglo y medio, a pesar de los cambios radicales vividos? Cuando Cerdà diseño el Eixample, ni tan siquiera existía el automóvil como medio de transporte, ni el teléfono como instrumento de comunicación.

La respuesta es muy precisa, y es lo que va a destruir Colau: porque es el diseño que mejor expresa la igualdad en el espacio urbano. Es una de las mejores traducciones materiales de la idea de hacer una ciudad más igualitaria. En esto radica su importancia extraordinaria, su esencia, porque la red viaria es la expresión primera del hecho urbano.

Y esta igualdad, es precisamente la que va a destruir  el desmelenado proyecto de la “Supermanzana” del Eixample, de Ada Colau y sus dos colaboradores necesarios, ERC y el partido socialista.

El Pla Cerdà

Cerda, concibe su Proyecto de Reforma y Ensanche de la ciudad de Barcelona, aprobado por la Real orden del 7 de junio de 1859, bajo una orientación igualitaria e higienista. Lo que persigue es evitar que la diferencia de clases sociales se traduzca en una división social del espacio, que refuerce la desigualdad. Concibe la nueva ciudad de manera que no existan calles de primera o de segunda categoría, ni zonas que  concentren a la población de menor renta. Todos se mezclan en cada edificio y en cada calle, y en todo caso la diferencia, que obviamente existe, se desarrolla en la verticalidad del propio inmueble. Cerdà concibe   la urbe para que palie la desigualdad social -como otros  intentan hacerlo con la escuela- en lugar de multiplicarla.

El principio básico del Ensanche de Cerdà es ofrecer un mismo ancho de calle de 20 metros para toda la red viaria, con la excepción de unas pocas vías trascendentales de 50 metros. Así no se favorecía más a unos propietarios, a unos vecinos, que a otros. La misma amplitud de aceras, de calzadas, el igual asoleo para todos, incluso la orientación garantizaba que todos los edificios recibían el sol en algún momento del día; incluso idéntica disponibilidad de árboles cada 20 metros.

Supermanzana Colau” o la construcción de la desigualdad

Exactamente todo lo contrario de la supermanzana de Colau, que crea un tercio de las calles privilegiadas, sin tránsito y con simulacros de verde, y descarga toda la contaminación y la circulación sobre los dos tercios de calles restantes. Las obras, que ahora han comenzado en unos pocos puntos, son el preludio del mal. Pero en una ciudad donde más de 1.000 personas viven en la calle, y  el desmadre nocturno es pan de cada día, no pueden existir calles de primera, y estas vías tuneadas de verde serán pobladas por los sintecho para su refugio nocturno, y pasto de botellones y fiestas de madrugada. No hay vida buena en el imperio de Colau, solo cutrerío.

Si Colau quería supermanzanas, el propio Pla Cerdà nos ofrece criterios y tipos para establecerlas, sin alterar el sistema. Existe la posibilidad de la agrupación de dos, tres, cuatro o seis manzanas, y también de formar  otros grandes espacios singulares, pensando en la escala del conjunto de la ciudad, relacionados con las grandes plazas públicas, Glorias, Catalunya, Tetuán, España… pero nada de esto se ha abordado.

Pero la supermanzana de Colau no solo destruye la ciudad de Barcelona, sino que además resulta un proyecto descabellado. La razón es evidente: no se puede suprimir sin  más -que es lo que pretenden hacer- un tercio de la superficie viaria del Eixample, sin disponer previamente de un nuevo y radicalmente distinto modelo de movilidad, que no existe. Sin esto, la supresión de calles solo conduce al colapso, la contaminación y la pérdida de centralidad de Barcelona en relación con su territorio. De hecho, ya sucede a causa del urbanismo táctico aplicado, que no es nada en relación con lo que pretenden destruir.

Y por si no bastara, hay una escandalosa burla a la democracia. Quien se ha llenado la boca de participación, se niega a refrendar la supermanzana en una consulta. Peor todavía, porque se tramita sin garantías, como si se tratara de reformar una acera, cuando es la ruptura del modelo de ciudad, con repercusiones metropolitanas. A pesar de ello, la Comisión de Urbanismo de la Generalitat, otro colaborador necesario de la maldad, mantiene impasible el ademán. ¿La oposición a la supermanzana significa asumir la primacía del coche y la contaminación, como pretende argumentar el poder municipal? Claro que no. De lo que se trata precisamente es de profundizar en la propia lógica del Pla de Cerdà para dar respuesta a las amenazas y desafíos de hoy. Se trata de la alternativa desde Cerdà. Será en quince días.

Font: La Vanguardia; JOSEP MIRÓ I ARDÈVOL

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